Atila y los hunos

De origen oscuro a los hunos se les relaciona con los xiongnu de las fuentes chinas del siglo III A.C, que obligaron a la dinastía Qin a la construcción de la Gran Muralla china, probablemente no eran mas que una agrupación de gentes nómadas, organizadas militarmente y sin una clara filiación étnica, que controlaban las rutas de comercio entre Europa y Asia.

Sus enterramientos (algunos sobre antiguos kurganes, los túmulos escitas) han sido localizados en las regiones del Altai y en las repúblicas de Kazajistán, Tuvá y Mongolia. En ellos se han hallado característicos cráneos deformados, calderos de bronce, un rico ajuar de los caballos inmolados y puntas de flecha.




En el siglo IV se había asentado en el valle del Danubio procedentes de la región situada al norte del mar Caspio y dominaban grandes extensiones entre este río, el Don y el Volga, los mares Báltico y Negro, y habían sometido a los germanos, alanos y sármatas que allí vivían.
A principios del siglo V se consolidó un imperio huno de manos de reyes como Ruga y ya eran un viejo conocido de los romanos. Se extendía por toda Escitia, desde las orillas del mar Báltico al mar Negro y tenían sometidas para entonces también a las tribus de los hérulos, los ostrogodos y los gépidos.




Atila hijo de Mundzuek, nació en el año 406 y poco o nada se sabe sobre su infancia.
Este es el reino que heredó Atila en el año 434 tras la muerte de su tio Ruga y que en principio compartió con su hermano Bleda hasta que lo asesinó en el año 442. Atila se convirtió en el único líder de todas las tribus de los hunos.

Para sus sus contemporáneos, según recogen fuentes como Amiano Marcelino, Claudiano, Zósimo o Jordanes, son considerados como una raza salvaje, voluble, desleal, apasionada por el oro y de extrema crueldad, que comía raíces y carne cruda, vestía con pieles de ratón salvaje o de cabra, y carecía de viviendas y de dioses, aunque eran considerados buenos guerreros.

El poeta y obispo Sidonio Apolinar subraya en su "Panegírico a Antemio" los rasgos físicos de los hunos, como el alargamiento de su cabeza y la estrechez de sus ojos acostumbrados a abarcar con su vista grandes espacios: "De otra parte, para que los dos orificios nasales no sobresalgan de los pómulos, envuelven la nariz, cuando aún es tierna, en un vendaje para que se adapte al casco: hasta ese punto el amor materno deforma a los niños nacidos para guerrear, de modo que la superficie lisa de las mejillas se prolongue al faltar la interrupción de la nariz. El resto del cuerpo es hermoso en los hombres: tienen pecho amplio, fuertes hombros, vientre compacto".

Apolinar también se admiraba de sus aptitudes como jinetes: "De estatura media cuando van a pie, son altos si se les ve a caballo; por eso parecen con frecuencia altos cuando están sentados. Apenas se tiene en pie el niño, separado de su madre, cuando ya un caballo le ofrece su grupa: se podría pensar que los miembros de éste se adaptan a los del hombre, tan unidos se mantienen cabalgadura y jinete. Otros pueblos se dejan llevar a lomos de caballo; éste vive en ellos. Llevan en el corazón los arcos curvos y los dardos; su mano es temible y certera; creen firmemente que sus proyectiles llevan la muerte y su furia está habituada a hacer el mal por medio de un golpe infalible".





Atila no se escapaba de estas características y sus contemporáneos le describían como un hombre bajo de cuerpo, de pecho ancho, nariz aplastada, cabeza grande, ojos pequeños, tez cobriza y escasa barba.
Es conocido como "El azote de Dios" y su figura será una de las más famosas entre los pueblos invasores del siglo V. La violencia con que actuaba daría lugar a la famosa frase "Bajo los cascos de su caballo nunca más crece la hierba".





A pesar de este salvajismo que algunos romanos contemporáneos le atribuían, la corte de Atila, situada en algún lugar cercano al río Tisza (en la actual Rumanía), debía estar muy lejos esas descripciones
El historiador Prisco, que acudió como embajador a la corte del caudillo huno, relató que el asentamiento huno disponía de fuertes murallas y bellos edificios de madera, así como un palacio con suelos cubiertos de alfombras. Allí, el monarca se rodeaba de su harén, de intérpretes de diversas lenguas y de sus fieles, vestidos con ricos ropajes, que en los banquetes utilizaban vajillas de oro en contraste con los vestidos modestos y los utensilios de madera de su rey, un hombre afable y con gran sentido de la hospitalidad.





En el período comprendido entre el año 435 al 439, según las fuentes clásicas, Atila contaba con un ejército compuesto por 700.000 combatientes. Desarrolló una política expansionista e invadió el territorio de los Balcanes situado al sur del Danubio.
Entre el 441 y el 450 las hordas hunas efectuaron numerosas operaciones de rapiña sobre las regiones balcánicas del Imperio Bizantino.




Los hunos fueron también fuenos colaboradores de los emperadores romanos. Intervinieron como mercenarios para reprimir las revueltas internas provocadas por los bagaudas y combatir a otros bárbaros, como los burgundios y los francos. Los más privilegiados formaban parte de la guardia personal de generales como Aecio, que había vivido un tiempo entre los hunos. Incluso Atila fue nombrado general honorífico de la Galia.

La colaboración militar con Roma, sin embargo, no era gratuita. Atila exigía fuertes tributos en oro a los emperadores en concepto de compra de la paz en las fronteras, tributos que no era fácil pagar.

Además, los traidores hunos encontraron acogida en la corte romana.
Todo ello determinó que el rey huno aumentara cada vez más sus exigencias e intentase desestabilizar a los romanos azuzando contra ellos a godos y vándalos, lo que suponía enfrentarse a la política de su aliado Aecio.

Por ello, el emperador de Oriente, Teodosio el Joven temeros de ese poder de Atila, le convirtió en tributario del Imperio, ofreciéndole un tributo de 700 libras anuales de oro.

Atila aceptó el tributo pero a pesar de ello Atila invadió nuevamente el Imperio de Oriente en el 447, llegando hasta las Termópilas.
A su paso destruyó las ciudades de Sárdica, Marcianópolis, Naiso, Singiduno (Belgrado), Batiaria, Sirmio y Nargo.
Cuando Atila llegó frente a las murallas de Constantinopla el emperador se vio obligado a firmar el tratado de Margus, por el cual el tributo de Atila fue elevado hasta 1.000 libras anuales de oro y también recibía el control del comercio a orillas del Danubio. A petición del soberano de los hunos los romanos le entregaron a todos aquellos enemigos que se habían refugiado entre los romanos.



 
En el año 450 se descubrió un complot para asesinar a Atila en su corte, organizado por el mismo Teodosio y por Edeco, el embajador de los hunos en Constantinopla.

La ciudad de Azimunte, situada en Tracia, se levantó contra Atila, pero este reprimió a los sublevados duramente.
Fue en esta época cuando adoptó el sobrenombre de Azote de Dios, término con el que se dirigió a él un ermitaño, al que posteriormente el caudillo huno añadió la apostilla de que donde pisaba su caballo no volvía a crecer la hierba.

Poco después, el sucesor de Teodosio, el militar tracio Marciano, se negó a seguir pagando a los hunos los tributos que se les debían.

Tras todo esto, Atila decidió entonces lanzarse a la conquista de parte de las provincias de Occidente, pero lo hizo valiéndose de un pretexto especial: reivindicar el derecho de los hijos de un padre a su herencia.




Para entender la reivindicación de Atila hay que remontarse a principios del siglo V, al año 410 cuando los godos saquearon Roma en agosto y se llevaron varios rehenes de alto rango, entre ellos a Aelia Gala Placidia, hermana de los emperadores Honorio y Arcadio.
Placidia se casó en el año 414 con el godo Ataúlfo, pero éste fue asesinado poco después en Barcelona. Placidia volvió entonces a la corte de Ravena, donde fue obligada a casarse con el general Constancio.
De este matrimonio nacieron Justa Gala Honoria y Valentiniano III, emperador de Occidente.

Placidia crió a su hijo débil para poder gobernar ella como regente con la ayuda del general Aecio, pero en el año 437, Valentiniano apartó de la corte a su madre, obligó a su hermana a meterse monja y la despojó de su título de Augusta, que permitía a Honoria transmitir el Imperio a sus propios hijos varones, circunstancia de especial importancia dado que Valentiniano sólo tenía descendencia femenina, pero importante para el general Aecio ya que su propio hijo, Gaudencio, estaba prometido con una de las hijas de Valentiniano y, por ello, podía aspirar a sucederle.

Honoria inició entonces en secreto una relación amorosa con el procurador Eugenio.
Cuando el emperador se enteró, hizo arrestar y decapitar a Eugenio, a la vez que obligaba a Honoria, que había quedado embarazada, a casarse con un viejo senador de Constantinopla, Basso Hercolano, poco sospechoso de pretender el trono.

La historia se complicó del todo cuando Honoria pensó pedir la protección del más poderoso soberano del momento fuera del Imperio y envió a Atila al eunuco Jacinto con una fuerte suma de dinero a modo de regalo para el caudillo huno, y una carta con su sello personal en la que Honoria solicitaba su ayuda para defender frente a su hermano la herencia que le correspondía como Augusta.
El embajador llevaba el anillo de Honoria como prueba de la autenticidad del mensaje, pero Atila lo interpretó como una promesa de matrimonio por parte de Honoria.
Ese malentendido justificaba que Atila lanzara una campaña para rescatar a su prometida y al mismo tiempo para reivindicar su propio derecho a reinar sobre la herencia de Honoria.
Pidió el control de la mitad de los dominios de Valentiniano que este rechazó, como también entregar a su hermana al caudillo huno, e hizo arrestar, torturar y decapitar al eunuco que había llevado el mensaje a Atila. A Honoria la envió junto a su madre Gala Placidia, que había intercedido por ella.




El rey huno dio inicio a la invasión en el año 451 al frente de un numeroso ejército de germanos, eslavos y hunos.
Atravesó desde Panonia la frontera por Aquicum (Budapest), saqueó y destruyó las ciudades de Maguncia, Tréveris, Worms, Rongres, Colonia, Reims y Metz.

Tras sus éxitos iniciales se dirigió en el mes de junio a la ciudad de Orleans, donde pensaba situar el centro de su poder en las Galias. La defensa de la ciudad fue organizada por el obispo San Aignan y Atila en un principio fue rechazado por mercenarios alanos y por la llegada de Aecio, prefecto de la Galia, al frente de un ejército, lo que obligó rey huno a levantar el sitio de la ciudad.




El historiador Jordanes, que era poco amigo de los hunos, describía a Atila como bajo de estatura, de ancho pecho y gruesa cabeza, con ojos minúsculos, escasa barba, cabellera erizada, nariz muy corta y tez oscura, eso si, también le atribuye un buen gobierno, generosidad y una gran confianza en sí mismo, aumentada "con el descubrimiento de la espada de Marte, aquella espada que habían venerado siempre los reyes de los escitas" y que según él, se convirtió en el símbolo de su poder.
Pues Jordanes tras esta invasión de suelo romano por parte de Atila, recordaba de esta manera a los hunos y a Atila:

"La locura de un solo hombre provocó con su ataque la destrucción de infinitos pueblos, y el capricho de un rey arrogante destruyó en un instante lo que la naturaleza había tardado tantos siglos en crear".
A Atila lo describía como un terrible caudillo, "la vara de la furia de Dios".




Atila cruzó el Sena y retrocedió al lugar que Hidacio denomina Campus Mauriacus y Jordanes llama Campos Cataláunicos, posiblemente junto a Châlons-sur-Marne o en Troyes y allí se encontró también con el ejército de Aecio.

Los bárbaros paganos fueron los protagonistas de la batalla en ambos bandos.
Junto a Aecio estaban los visigodos de Teodorico, los alanos, los alamanes del Rin y, según Jordanes, auxiliares francos con Meroveo, sármatas, armoricanos, liticianos, burgundios, sajones, riparios y olibriones, "así como otros pueblos celtas y germanos" dispuestos a recibir un suculento botín.
Atila contaba con un buen número de habitantes de las provincias descontentos, así como con los gépidos de Ardarico, mercenarios skiros, rugios, hérulos y los ostrogodos sometidos de los reyes Alamiro,Teodomiro y Videmiro.

Fue una de las batallas más sangrienta y cruel de la historia de Roma.
Según las diferentes fuentes murieron durante la contienda entre 165.000 y 300.000 hombres entre ambos bandos, cifra que se antoja exagerada.

Aecio se atribuyó la victoria pero lo cierto es que Atila, que tuvo que cruzar el Rhin y regresar a Panonia contaba aún con suficientes contingentes como para cruzar los Alpes, invadir la Galia Cisalpina y continuar saqueando los territorios del norte de Italia como Padua, Aquilea y Verona

Llego incluso a amenazar la propia Roma mientras seguía exigiendo la entrega de su prometida que de nuevo le fue negada.
La presencia de su ejército generó el pánico entre los habitantes del norte de Italia que se refugiaron en las lagunas de la desembocadura del Po, fundando la ciudad de Venecia.

Aecio fue enviado por las autoridades romanas para frenar al invasor pero ante la inferioridad numérica de sus fuerzas, el general romano rechazó presentar batalla directa, dedicándose a desarrollar una guerra de guerrillas.




El emperador Valentiniano viendo la capital en peligro, huyó a Rávena, pero Atila frenó su avance en parte debido a la intervención del Papa León I el Grande quien le disuadión de sus intenciones.
El Papa debió de acudir en persona al campamento huno, a orillas del río Mincio, cerca de Mantua, para concretar un acuerdo de paz.

Debió de ofrecerle como pago un cuantioso botín a cambio de su retirarada y también debió de convencerlo de que Honoria había muerto (al menos Gala Placidia había fallecido en Roma un año antes), con lo que dejaba de tener justificación su presencia en las provincias.
Algunos escritores afirmaron que el supersticioso Atila detuvo su avance temeroso de que si entraba y aslataba Roma encontraría una muerte rápida, como le sucedió a rey godo Alarico tras saquear la capital imperial en el año 410.

También pudo influir la llegada de refuerzos mandados por Marciano desde Bizancio y los estragos que la peste comenzaba a causar en el ejército huno.




Regreso a su tierra y se construyó un lujoso palacio de madera a orillas del Danubio donde pasó el resto de su vida rodeado de todo tipo de lujos y placeres.

Atila contrajo matrimonio con Ildegunda en el año 453 y en su noche de bodas murió en su palacio por una hemorragia causada por la rotura de una vena del pecho debido a los excesos cometidos.
Su cuerpo fue situado en una triple caja de hierro, plata y oro. Fue enterrado de noche con sus armas y los objetos más valiosos de su propiedad y tras el entierro fueron degollados todos los que participaron en la ceremonia con el fin de que quedara ignorado para siempre el lugar donde se encontraba sepultado.

Las luchas entre sus hijos disolvieron su imperio en unos pocos años.